Es una enfermedad
hereditaria consistente en crecimiento excesivo de algunos dientes, un mal
alineamiento de los mismos o un cierre incorrecto de la mandíbula. Normalmente,
en casos así los incisivos no dejan de crecer (al no encontrar la barrera
natural del diente opuesto) hasta provocar dificultades a la hora de ingerir
alimentos: el conejo se producirá heridas en la
boca, y será incapaz de coger comida con la misma. Por su condición hereditaria
y la imposibilidad de cura (su tratamiento consiste en recortar los dientes
periódicamente), la única opción pasa por evitar que los animales con esta enfermedad se reproduzcan.
También es bueno para evitarlo el calcio y el Heno como ya hemos recomendado anteriormente.
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